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El anuncio del presidente Trump de imponer aranceles del 20% a las importaciones procedentes de la Unión Europea ha encendido todas las alarma. Carlos Franco, partner de ERA Group, nos da las claves de esta polémica medida.
Más que una medida aislada, la imposición de los aranceles de Trump nos indica que estamos ante un cambio de paradigma en las relaciones comerciales globales. Esta escalada proteccionista no solo rompe con décadas de consenso multilateral, sino que supone un golpe directo a nuestra competitividad, puesto que exportamos bienes a EE UU por valor de más de 18.000 millones de euros al año, lo que representa un 1,1% de nuestro PIB. Y la cifra se eleva hasta el 1,9% si sumamos las exportaciones indirectas (componentes españoles que se integran en productos europeos destinados a EE. UU.).
Según cálculos de Funcas, un arancel promedio del 20% podría reducir en torno a un 20% el volumen exportado directamente a EE. UU., lo que restaría tres décimas al PIB.
El impacto, sin embargo, no será uniforme entre sectores. El agroalimentario es uno de los más expuestos, especialmente el vino, el aceite de oliva, productos cárnicos y quesos. Son productos de alta calidad, muy apreciados en el exterior, pero también muy sensibles al precio. Una subida puede provocar la sustitución inmediata por alternativas de otros orígenes.
En el caso de las exportaciones de maquinaria, productos químicos y bienes industriales, ya con márgenes muy ajustados, este coste adicional podría hacer que muchas operaciones dejen de ser viables.
Otros sectores como los muebles, aparatos eléctricos, aeronáutica y productos pesqueros, también con una presencia destacada en el mercado estadounidense, verán cómo sus ventas se encarecen y, por tanto, pierden competitividad.
Además, existe un riesgo indirecto: si los productos chinos desplazados del mercado estadounidense comienzan a entrar con más fuerza en Europa, esto ejercería una presión aún mayor sobre las industrias locales españolas, especialmente para aquellas que no pueden competir en precios.
Ante un escenario de nuevos aranceles y tensiones comerciales, no basta con esperar a que pase el temporal. Las empresas deben reaccionar con foco estratégico y agilidad. Es el momento de anticiparse, adaptarse y actuar.
Una de las primeras prioridades debe ser romper con el “monocultivo estadounidense”. Existen mercados con gran potencial esperando ser explorados, como Latinoamérica, Europa del Este o África.
Al mismo tiempo, revisar los costes y las operaciones es hoy más importante que nunca. En un entorno con sobrecostes externos, la rentabilidad no se defiende subiendo precios, se defiende optimizando. En ERA Group, cuando analizamos proveedores o estructuras operativas, encontramos habitualmente entre un 8 % y un 18 % de ahorro medio. Un margen que puede absorber gran parte del impacto sin necesidad de tocar precios, perder clientes o comprometer la calidad.
Otro aspecto clave es la revisión de los contratos. Las cláusulas de ajuste de precios, volumen flexible o reparto de costes no son una sofisticación jurídica, son un escudo de protección. Sin ellas, el riesgo lo asume íntegramente la empresa.
En momentos de incertidumbre, hay que buscar aliados, soluciones probadas y experiencias previas que pueden servir de guía. Lo primero es tener claro el nivel de exposición real: si una parte significativa de la facturación depende, directa o indirectamente, del mercado estadounidense, mirar hacia otro lado ya no es una opción. Toca definir una estrategia clara y adaptada a la nueva realidad.
Las consecuencias de los aranceles de Estados Unidos para el consumidor