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Aecoc ha reunido a administraciones, empresas y chefs en la jornada ‘El impacto medioambiental del desperdicio de alimentos’, en la que, coincidiendo con el Día Mundial del Medio Ambiente, se han analizado las implicaciones que tiene sobre el planeta la pérdida de alimentos.
La Asociación de Fabricantes y Distribuidores ha advertido sobre los riesgos que, en materia de desperdicio, podrían suponer algunos de los hábitos que se han impuesto durante el confinamiento ocasionado por la crisis del Covid-19 como las compras de mayor volumen o la cocina en familia como actividad de ocio. Según los datos de Aecoc, el 7,5% de los consumidores reconoce que ha desperdiciado más comida de lo habitual desde que empezó el estado de alarma.
En este sentido, ocho de cada diez usuarios compraban un mínimo de una vez a la semana antes del confinamiento, y, hoy, el 44,7% de la población afirma que ha reducido esta frecuencia de compra. “Esto se traduce en un mayor volumen de artículos comprados en cada ocasión y en una posterior acumulación de productos que, si no se conservan adecuadamente o se consumen a tiempo, son una fuente potencial de pérdida de alimentos”, explica la responsable del proyecto contra el desperdicio alimentario de Aecoc, Nuria de Pedraza.
Por otra parte, el 67% de los consumidores reconoce que ahora dedica más tiempo a cocinar en casa, y el 57,5% asegura que mantendrá esta tendencia una vez pase el confinamiento. “El redescubrimiento de la cocina como actividad de ocio o el aumento del teletrabajo favorecerán que cada vez pasemos más tiempo entre fogones, y que, por tanto, tengamos que ser más eficientes y responsables en la gestión de los alimentos”, indica de Pedraza.
La portavoz de Aecoc recuerda que la producción, transporte y conservación de alimentos que finalmente son desechados supone el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero -el mismo porcentaje que el transporte mundial por carretera-, que la energía mundial desperdiciada por la pérdida de alimentos equivale a más de un 10% del total del consumo mundial de la industria alimentaria, y que la producción de alimentos representa un 70% del consumo de agua en el mundo. Un recurso bien invertido, precisa, “cuando los alimentos son consumidos, pero que se vuelve insostenible cuando esos alimentos acaban en el cubo de la basura”.
Los nuevos hábitos de los consumidores no solo pueden tener un efecto negativo en el desperdicio generado en los hogares, sino que también puede impactar de forma indirecta al volumen de alimentos perdidos en la distribución. Según los datos de Aecoc, a raíz del Covid-19 el 27% de los consumidores ha priorizado la compra de carne y pescado envasado en vez de en el mostrador, que es el formato con el que, en el caso de las carnes, se produce mayor desperdicio alimentario en las tiendas, según los operadores.
Lo mismo ocurre con las frutas y verduras. Un 43% de los consumidores ya prefiere comprar estos productos a granel, que es el formato de venta con el que se produce la mayoría de las pérdidas, a causa mayoritariamente de la manipulación de los artículos por parte de los compradores.
Durante su intervención, de Pedraza ha recordado que las microdonaciones a entidades locales han sido, desde siempre, una de las estrategias mayoritarias entre los distribuidores para minimizar el desperdicio de alimentos frescos registrado en sus establecimientos. Unas iniciativas que se han visto reforzadas durante la crisis del Covid-19 y que resultan realmente eficientes por su capacidad de complementar las donaciones de productos envasados a los Bancos de Alimentos, por su bajo impacto en emisiones gracias a la proximidad, y por las garantías de seguridad que ofrecen a empresas y beneficiarios del servicio.
En esta misma línea, los datos de Aecoc confirman que la crisis del Covid-19 han multiplicado las donaciones de alimentos por parte de la distribución, relacionadas con diferentes acciones de Responsabilidad Social Corporativa. En concreto, el 76,8% de las empresas afirma haber incrementado sus donaciones fruto de su compromiso social.
Preguntadas sobre cuáles han sido las principales dificultades para realizar estas donaciones, el 67,9% apunta a la dificultad de atender el gran número de peticiones recibidas, por un 32% que señala a la coordinación con las entidades receptoras.
Durante la jornada, el director general de la Industria Alimentaria, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, José Miguel Herrero, ha coincidido con la portavoz de Aecoc al recordar que el desperdicio de alimentario va de la mano de la pérdida de todos los recursos que han sido necesarios para su producción. “Tirar alimentos es tirar el planeta a la basura”, ha sentenciado.
Analizando la situación de los últimos meses, Herrero ha aportado una visión positiva y ha destacado la revalorización de los alimentos que se ha producido en la población durante el confinamiento. “Estas semanas nos han ayudado a reconectar con nuestra cultura gastronómica y, si bien es cierto que el desperdicio pudo crecer al principio, el hecho de salir a hacer la compra y cocinar en casa nos ha llevado a buscar recursos para aprovechar los alimentos y descubrir recetas de aprovechamiento”.
El portavoz del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha asegurado que el reto post-COVID es “consolidar esta revalorización de los alimentos y de la industria agroalimentaria para combatir el desperdicio alimentario”.
De cara al futuro, Herrero ha apuntado a la “necesaria colaboración público-privada para medir el desperdicio, ver dónde se genera y tomar decisiones”, y ha anunciado que en 2021 el Ministerio empezará a medir la pérdida de alimentos que se genera fuera del hogar.
Europa genera el 14% del desperdicio mundial de alimentos y España es el séptimo que más comida desperdicia del continente, con 7,7 millones de toneladas. Ante esta problemática el Consejo Directivo de Aecoc aprobó en 2.012 trabajar en un proyecto destinado a frenar este problema. Un proyecto de colaboración entre todas las partes de la cadena (sector primario, industria, distribución, administración y bancos de alimentos) que cuenta con el apoyo de cerca de 500 empresas fabricantes y distribuidoras del sector del gran consumo, servicios logísticos y transporte. Desde el inicio del proyecto las empresas participantes en la iniciativa han conseguido reducir notablemente sus porcentajes de desperdicio hasta situarlos en un 0,8% del total producido (su porcentaje de partida se situaba en un 1,71%).