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Los alimentos impresos ya están a la venta, pero de momento la legislación actual no obliga a los productores a especificar su peculiar proceso de fabricación, pero sí los ingredientes de los que parte.
La impresión en tres dimensiones (3D) de alimentos lleva ocupando titulares desde hace varios años. Ahora es posible añadir el prefijo “bio”, una nueva técnica de gran utilidad tanto en el campo de la medicina como en la creación de nuevos alimentos. Esta tecnología, aún en desarrollo, supone una manera innovadora de producir alimentos de una forma, a menudo, más sostenible, creativa y personal. La bioimpresión ofrece un novedoso enfoque representa también una alternativa viable a las proteínas animales, al sustituirlas por las de origen vegetal. Esto responde además al problema de la disponibilidad de alimentos con opciones más sostenibles.
Eso sí, los alimentos bioimpresos también tienen inconvenientes según informa la revista Consumer, uno de los principales el posible rechazo inicial de los consumidores. Además del precio elevado por su alto coste de producción, también hay que tener en cuenta que conseguir una textura y sabor similares a los alimentos tradicionales sigue siendo complicado. Los productos pueden parecer demasiado homogéneos o no ofrecer la misma experiencia sensorial que los alimentos a los que imitan. Y, por último, se necesita profundizar sobre su conocimiento y desarrollar su regulación. Aunque en principio, la bioimpresión podría ser más sostenible, el proceso sigue dependiendo de recursos energéticos y materias primas que podrían tener algunos impactos negativos, que requieren más estudios.
La bioimpresión es una nueva tecnología que utiliza una impresora 3D pero con materiales comestibles como purés o masas alimentarias, que coloca capa por capa para formar estructuras aptas para el consumo. Este proceso imita la textura, el color, el sabor y la apariencia de alimentos ya conocidos, pero también permite generar productos nuevos.
El proceso consiste en cargar los materiales previamente seleccionados y las tintas comestibles que, además de aportar color, darán estabilidad al alimento y la impresora 3D hará el resto. Algunos de estos alimentos impresos ya están a la venta, sin embargo, no podremos distinguirlos a simple vista ni por su aspecto, que imita al original, ni por su etiquetado, ya que, de momento, la legislación actual no obliga a los productores a especificar su peculiar proceso de fabricación, pero sí los ingredientes de los que parte.
La primera planta de bioimpresión 3D alimentaria a escala industrial se instaló en Tudela (Navarra), fruto de la colaboración entre dos empresas navarras. Tras año y medio en el mercado, el sucedáneo de beicon bioimpreso está encontrando su lugar especialmente entre personas que buscan comer de manera más saludable y entre las que evitan los alimentos procedentes del sacrificio de animales. Además del sucedáneo de beicon, ya preparan otros productos, como uno de jamón cocido y unos filetes que imitan al salmón, todo vegetal por bioimpresión. La idea es crear alimentos similares a los originales, pero cambiando su fórmula nutricional, evitando la presencia de grasas no saludables o elementos no deseados, como microplásticos o metales pesados.
Científicos portugueses del Instituto de Bioingeniería y Biociencias (iBB) del Instituto Superior Técnico de Lisboa han desarrollado un nuevo método para cultivar pescado en laboratorio. Los investigadores han logrado filetes de pescado imitando su textura, sabor, olor y color. Frederico Ferreira, profesor de Bioingeniería, y Diana Marques, estudiante de doctorado en el iBB, explican cómo el proceso parte de células de pescado que se cultivan hasta obtener una biomasa, que será la materia prima del futuro alimento. Para generar un producto estructurado, estos investigadores combinan la bioimpresión 3D con el “electrohilado”, un proceso complejo que utiliza fuertes campos eléctricos, obteniendo fibras similares a las del pescado que se mezclan con biotintas comestibles procedentes de microalgas. El resultado, un filete de pescado más sostenible y limpio, además de amigable con los animales porque no se necesita sacrificarlos, según apuntan los responsables.
“Una ventaja del pescado cultivado es evitar contaminantes como microplásticos o metales pesados presentes en los filetes convencionales. Además, al imprimir los filetes, no incluimos espinas ni piel, lo que reduce el desperdicio”, añade Diana Marques. “El perfil nutricional del pescado cultivado depende del medio de cultivo celular y de los ingredientes en la biotinta”, añade Ferreira. De momento habrá que esperar para probarlo, ya que el proyecto se encuentra aún en el ámbito de la investigación.
La revista informativa Consumer, editada por la Fundación EROSKI, con casi 50 años de antigüedad, es la publicación de información al consumidor más longeva en España. Cuenta con un gran reconocimiento entre los profesionales de la información, técnicos y científicos.