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Artículo de opinión de Luis Planas, Ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación. Extraído del número 47 de Retail Actual, Especial Alimentos de Nuestra Tierra. Un homenaje a la industria en un momento vital para mostrar su fortaleza en la economía.
El sistema agroalimentario español se encuentra entre los más sólidos del mundo. Su éxito se debe a la fortaleza y eficacia de todos los eslabones de la cadena. Muestra de ello ha sido su comportamiento ejemplar en la pandemia. Su capacidad de reacción y adaptación, no exenta de dificultades, han convertido a la cadena alimentaria en garantía del abastecimiento de productos alimentarios en cantidad, calidad y variedad suficientes para satisfacer las necesidades de la ciudadanía, española y comunitaria, en los peores momentos.
Este logro, que no se improvisa, ha servido para llamar la atención sobre la importancia de la seguridad alimentaria. Toda la cadena española ha salido reforzada y prestigiada a los ojos de la sociedad. Un sector que, sin lugar a dudas, jugará un papel importante en la recuperación económica de España, avalado por su capacidad de abastecer y mantener la fluidez de los mercados interior y exterior.
Gran parte de su éxito se debe, sin duda, a la magnitud y solidez de la industria de alimentación y bebidas, dentro del sector agroalimentario, que no en vano representa la primera rama del sector industrial de nuestro país. Es nuestra industria más consistente, con más de 31.000 empresas, alrededor de medio millón de trabajadores y cerca, ya, de los 120.000 millones de euros en términos de producción.
Comparte con el sector agroalimentario en su conjunto una fuerte vocación exportadora. En un año tan difícil como el 2020, el sector generó unas exportaciones por valor de 55.746 millones de euros (+3,9%) y un saldo positivo de 18.076 millones de euros. La contribución de la industria de alimentos y bebidas a estas cifras es innegable, con más de 30.000 millones de euros exportados y 8.000 de saldo positivo. Además, cuenta con características singulares que le aportan un gran valor añadido de cara al futuro de la economía española. Emplea un 9% más de obra de mano femenina que el resto de la industria manufacturera (36,5% frente al 27,3%). Y actúa como vertebrador del territorio por su alta diseminación entre pueblos de menos de 50.000 habitantes, donde, además de crear miles de puestos de trabajo, funciona como principal consumidor del sector agrario. Otro efecto indirecto es su gran capacidad de arrastre, que genera 153 euros por cada 100 euros de valor añadido, lo que le convierte en el máximo ‘multiplicador’ de todas las ramas industriales.
A la vista de los datos y de los beneficios que aporta, el sector de la industria de alimentos y bebidas tiene que seguir siendo un motor de desarrollo económico, social y territorial de nuestro país. En un contexto de recuperación, hay que contar con él para que continúe jugando ese papel de baluarte de nuestra economía, de nuestra sociedad.
La crisis sanitaria ha supuesto un examen en el que el sector agroalimentario ha sacado muy buena nota. También ha hecho emerger aspectos que suponen nuevos desafíos, a la vez que fuente de oportunidades. La preocupación por una alimentación sana y segura, así como por una producción de los alimentos respetuosa con el medio ambiente son tendencias, como consecuencia de la pandemia, se están afianzando entre las prioridades de la ciudadanía.
En línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y de las estrategias comunitarias derivadas del Pacto Verde Europeo, afrontamos el reto de generar formas de consumo y de producción sostenibles. Dicho de la forma más sintética posible, tenemos que producir más consumiendo menos recursos. Se trata, sin duda, de un desafío inédito que va a transformar las formas de producción, posiblemente con más profundidad que la Revolución Industrial.
Para ello, la innovación, la digitalización y la incorporación de nuevas tecnologías a los procesos productivos de las industrias alimentarias son clave e ineludibles. En España, contamos con una Estrategia, pionera en Europa, de Digitalización del Sector Agroalimentario y del Medio Rural que persigue tres objetivos específicos: reducir la brecha digital; fomentar el uso de datos e impulsar el desarrollo empresarial y los nuevos modelos de negocio.
Son objetivos que se reforzarán a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que incluye, entre sus principales políticas tractoras, importantes actuaciones destinadas a la digitalización del sistema agroalimentario y pesquero, a la conectividad digital de todo el territorio y a la capacitación en competencias digitales.
El Plan de Recuperación y su inyección de 140.000 millones de euros en el periodo 2021-2026 va a suponer, en su conjunto, una ocasión única para la economía española, con repercusiones innegables para toda la ciudadanía. Como ha señalado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, nos va a permitir recuperar el pulso económico corrigiendo muchos de sus defectos históricos. Es decir, tenemos la oportunidad no sólo de salir de la crisis que ha dejado tras de sí la pandemia, sino de hacerlo reforzados en la optimización de nuestras capacidades productivas.
Se trata de herramientas y recursos financieros que nos van a ayudar a consolidar el liderazgo de la industria de alimentos y bebidas haciéndola más competitiva y eficiente, al mismo tiempo que sostenible. Vamos a dar un salto cualitativo en materia de transformación digital, innovación, industrias 4.0, bioeconomía y articulación de territorios rurales inteligentes que gocen de oportunidades de emprendimiento y, por tanto, de medios para los proyectos de vida de las personas, que es lo que, en el fondo, importa. Este mismo año, por ejemplo, vamos a poner en marcha, junto a la Empresa Nacional de Innovación (ENISA) del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, una línea específica de emprendimiento para empresas emergentes del sector agroalimentario y para las que deseen innovar.
La mayor parte del presupuesto del Plan de Recuperación que gestionará el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación se dedicará a pequeñas y medianas explotaciones agrarias y a Pymes agroalimentarias. Las industrias también se beneficiarán de forma indirecta con la mejora de conectividad del medio rural y la capacitación digital de agricultores y ganaderos.
Afrontamos una década decisiva de transición hacia un modelo agroalimentario del siglo XXI. Vamos a contar con financiación e instrumentos para abordarla con garantías. Los tres ejes de esa profunda evolución implican la a transformación hacia sistemas productivos sostenibles y de economía circular; la innovación y digitalización de los procesos; y la vertebración del territorio mediante el relevo generacional en el medio rural.
El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación quiere acompañar a todo el sector agroalimentario en este proceso de transformación. Abogamos por un trabajo conjunto con las industrias de la alimentación y bebidas para impulsar las iniciativas que logren una producción más sostenible desde los puntos de vista económico, social y medioambiental. Grandes desafíos para atender las demandas de las próximas décadas. La industria de alimentación y bebidas sabrá estar a la altura.