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Alrededor de ocho millones de toneladas de alimentos son desechados anualmente, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Un impacto significativo en la economía y, especialmente, en el medio ambiente, contribuyendo a la creciente crisis climática. Para Miguel Aguado Arnáez, profesor del Máster en Economía Circular, Sostenibilidad y Gestión ESG, es fundamental concienciar sobre la magnitud de este problema y adoptar medidas para frenar esta tendencia.
En España, más de 250 kilos de alimentos se desperdician cada segundo, lo que equivale a 30 kilos por habitante al año. Aunque el país se encuentra en la media europea en cuanto a desperdicio alimentario, está lejos de países como Estados Unidos, donde el problema es aún más grave. El profesor Miguel Aguado Arnáez, profesor del Máster en Economía Circular, Sostenibilidad y Gestión ESG expone que “el 80% del desperdicio se genera en los hogares y en el sector de la hostelería, lo que subraya la responsabilidad individual y colectiva en la lucha contra el despilfarro”.
En los hogares, las principales razones del desperdicio son la compra excesiva sin planificación, la mala conservación de los productos y la falta de aprovechamiento de las sobras. “Compramos con la vista y no con la necesidad, lo que nos lleva a tirar comida que podríamos haber aprovechado con recetas tradicionales como guisos o croquetas”, apunta Aguado.
Mientras que, en la cadena de producción y distribución, los descartes de productos por motivos estéticos, el mal almacenamiento y la gestión ineficiente de los productos cercanos a su fecha de caducidad son las principales causas del problema. “La buena noticia es que la industria está reaccionando, con medidas como descuentos en productos a punto de caducar y mejores estrategias de almacenamiento”, señala el experto.
El impacto ambiental del desperdicio alimentario es considerable. La alimentación es la segunda actividad humana que más afecta al cambio climático, debido al consumo de recursos en todas sus fases de producción “desde la deforestación para tierras agrícolas, hasta la emisión de gases de efecto invernadero por el transporte y la comercialización”, señala el docente. Además, el desperdicio no solo afecta a la biodiversidad y los ecosistemas, sino que también incrementa la contaminación por residuos y envases, lo que agrava aún más la crisis ambiental.
El profesor de la Universidad Europea destaca la importancia de que los consumidores tomen conciencia sobre su papel en la reducción del desperdicio alimentario. Medidas sencillas como realizar compras planificadas, conservar adecuadamente los alimentos y aprovechar los restos pueden generar un gran impacto. Como afirma el experto, "cada acción individual cuenta", y es la suma de pequeños gestos es lo que puede marcar la diferencia. Por otro lado, Miguel Aguado destaca la importancia de las políticas públicas y las normativas. España ha puesto en marcha diversas iniciativas para frenar el despilfarro de alimentos, alineándose con la estrategia de la Unión Europea.
Entre las medidas más destacadas se encuentra la Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, que obliga a empresas y supermercados a donar los productos aptos para el consumo antes de desecharlos. Además, se han implementado campañas de concienciación y programas educativos en colegios para fomentar hábitos de consumo responsables desde edades tempranas. “Las nuevas generaciones están mucho más concienciadas con el aprovechamiento de los alimentos, lo que demuestra que la educación es clave en este proceso”, señala el experto. A su vez, en el sector de la hostelería, la normativa que obliga a los restaurantes a ofrecer envases gratuitos para que los clientes puedan llevarse las sobras ha sido un éxito.
“Antes, muchas personas sentían vergüenza de pedir la comida que no terminaban, pero ahora es una práctica común y socialmente aceptada”, destaca el experto. Aunque las políticas públicas en España y Europa están avanzando para abordar este problema, la concienciación ciudadana sigue siendo crucial. El docente también subraya “la necesidad de aplicar medidas adicionales, como una mayor inspección y sanciones para garantizar el cumplimiento de las normativas”. Solo con la colaboración de consumidores e instituciones adoptando prácticas sostenibles, como la compra planificada y el aprovechamiento de los alimentos, se podrán mitigar los efectos de este problema global.