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Representantes de la Comisión de Agricultura, Pesca y Alimentación del Senado han visitado recientemente la sede del CNTA (Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria).
Los representantes de la Ponencia de Estudio sobre el Desperdicio Alimentario en el Estado Español visitaron CNTA con el objetivo de contrastar con este centro tecnológico nacional su visión sobre el desperdicio alimentario en España, causas y las posibles acciones tecnológicas que se puedan llevar a cabo para luchar contra esta lacra. Se calcula que aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se desperdician.
España es el séptimo país que más desperdicia de Europa y, según un informe de Mapama del tercer trimestre de 2015, España desperdicia 7,7 millones de toneladas de alimentos en un año.
Como posibles acciones orientadas a reducir el desperdicio alimentario se habló de la importancia que tienen los tratamientos de conservación que la industria aplica a los alimentos. Elegir para cada producto el tratamiento de conservación más adecuado hace que éste llegue al consumidor con los máximos nutrientes y características sensoriales posibles, además de gozar de una vida útil prolongada que facilita su consumo y previene su desperdicio.
También se habló de la necesidad de concienciar a los consumidores de la diferencia que hay entre “fecha de caducidad” y “fecha de consumo preferente” en el etiquetado de los alimentos. A este respecto, desde CNTA aclaran que la fecha de caducidad aplica únicamente a productos perecederos, microbiológicamente sensibles, que, una vez superada la fecha señalada, el alimento no se considera seguro.
Estas fechas vienen expresadas en día, mes y año, y afecta principalmente a productos que se encuentran en el supermercado en el lineal de frío. Por ejemplo: jamón cocido, gulas, productos pasteurizados, como la nata, etc. La fecha de consumo preferente viene representada por mes y año, y no hace referencia a un día concreto. Una vez pasada esta fecha el alimento puede haber perdido nutrientes y han podido alterarse sus características sensoriales como color, olor, texturas… pero su consumo no supone un riesgo. Algunos de estos alimentos son, por ejemplo: conservas, huevos, jamón serrano, etc.