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Moneu y gonfaus se unen a las 40 variedades recuperadas por Bodegas Torres en los últimos treinta años, de las cuales solo siete tienen interés enológico.
Bodegas Torres continúa en su proyecto de recuperar variedades de uva ancestrales que lleva a cabo desde hace más de tres décadas. A las ya recobradas querol, garró y selma blanca, se suman ahora dos variedades tintas con gran interés enológico: la moneu y la gonfaus. Ambas tienen la particularidad de ser muy resistentes a las altas temperaturas y a la sequía, lo que las hace especialmente interesantes para afrontar el cambio climático.
Bodegas Torres ha plantado de manera experimental en su finca de L’Aranyó, en Borges Blanques, en el corazón de la comarca leridana de Les Garrigues, tras un largo proceso que empezó con la localización, en 1998, de dos cepas viejas que resultaron ser de variedades desconocidas. Después de sanearlas, reproducirlas y plantarlas en diferentes fincas para comprobar su adaptación, la familia Torres ha constatado que estas dos variedades expresan su mayor potencial en climas áridos y en condiciones extremas.
Para Miguel Torres Maczassek, director general de Bodegas Torres, recuperar variedades ancestrales "es un proceso lento y largo que requiere mucha paciencia y horas de experimentación y el buen hacer de un gran equipo de profesionales. A mitad de camino entre la viticultura y la arqueología, nos ayuda a entender mejor la riqueza de variedades de vid previas a la llegada de la filoxera a finales del siglo XIX", apunta el responsable de las bodegas. "Representan una recuperación del patrimonio vitivinícola en Cataluña, pero además pueden ayudarnos a afrontar los efectos del cambio climático”, culmina.