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Día Mundial de la Salud (7 de abril): María Martínez-Herrera, responsable de Seguridad Alimentaria y Nutrición en Asedas reflexiona sobre la influencia de la Gran Distribución en la salud de los consumidores.
Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, el 3, sobre Salud y Bienestar, es uno de los más trasversales. Garantizar una vida sana tiene que ver con erradicar la pobreza y el hambre, con tener acceso a educación, con vivir en ciudades y comunidades sostenibles, con la producción y consumo responsables o con la acción por el clima. La distribución alimentaria tiene, en mayor o menor medida, un impacto en todos estos objetivos y, por consiguiente, también en la salud de las personas.
Los factores que desde la distribución alimentaria influyen en la salud son también diversos y afectan al consumidor de numerosas formas. Podemos agruparlos en cuatro grandes áreas: el acceso fácil e igualitario a una dieta completa y variada; la seguridad alimentaria; la responsabilidad social en cuanto a información y educación del consumidor; y el impacto de la cadena de distribución en el medioambiente.
El primero de ellos, el acceso a la gran mayoría de la población a una dieta completa, variada y a precios competitivos, se deriva del propio modelo de distribución alimentaria que tenemos en España, uno de los más eficientes de Europa.
Del equilibrio entre tipos de empresas y formatos nace una gran competencia, que se traduce en que cada consumidor tiene muy cerca de sus casas varias tiendas donde adquirir alimentación de todo tipo. Nuestro país, uno de los más grandes de Europa y con amplias zonas rurales, tiene una penetración de la distribución alimentaria de proximidad de un establecimiento por cada 1.887 habitantes. Esto significa que, en España, no existen los “desiertos alimentarios” que, en otros países incluso desarrollados, dificultan el acceso a algunos alimentos, sobre todo a productos frescos.
La importancia de poder adquirir en un único establecimiento todo tipo de productos de alimentación supone que cualquier persona o familia tiene la posibilidad de diseñar fácilmente una dieta equilibrada y a la medida de sus necesidades nutricionales, incluyendo productos específicos para personas con alergias. Eso es salud.
El segundo factor se refiere a la seguridad alimentaria. En España, liderado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), tenemos uno de los mejores sistemas de detención de alertas alimentarias que permite, en cuestión de horas, retirar del mercado cualquier producto que pueda presentar un problema para la salud de los consumidores. Pero, antes de llegar a esto, los protocolos de seguridad que se siguen en todos los procesos de los alimentos -desde el sector productor a la tienda- son muy rigurosos y permiten una trazabilidad precisa.
En relación con la actividad de la AESAN, la distribución alimentaria también está comprometida en la mejora de la calidad nutricional de los alimentos, con un plan que ha conseguido ya reducir los niveles de grasas, azúcares y sal en más de 2.000 referencias dentro de 13 grupos de alimentos y 57 categorías y que se mantiene en constante revisión y ampliación. Y eso también es salud.
El tercer factor tiene que ver con la responsabilidad social que ejercen las empresas de distribución alimentaria de informar al consumidor sobre los productos que encuentran en sus lineales. Esta función va mucho más allá del etiquetado obligatorio donde se recogen las propiedades nutricionales de cada alimento, es una labor que se realiza también a través del propio personal de tienda, de los canales de comunicación con el consumidor -páginas web, redes sociales, folletos…- y de numerosas actividades enfocadas, especialmente, a la población escolar a través de las que se difunden hábitos de vida saludables. Por supuesto, eso es salud.
El cuarto factor está relacionado con el impacto de la cadena de distribución en el medioambiente. Quizá el aspecto que más influye en la vida diaria del consumidor es el hecho de tener un supermercado, en el caso de la gran mayoría de los ciudadanos, a una distancia máxima aproximada de unos 15 minutos. Esto posibilita, por una parte, que la mayoría de los clientes acudan a su establecimiento a pie y, por otra, que los que optan por el coche recorran trayectos cada vez más cortos, lo que significa menos emisiones y menos ruido. Así pues, el modelo de distribución alimentaria que tenemos en España promueve una movilidad sostenible de cara al ciudadano.
Y también hay que considerar a los procesos que no percibe el consumidor, pero que son cruciales para la sostenibilidad medioambiental y económica del supermercado.
En este sentido, las empresas de Asedas dedican entre el 5 y el 10 por ciento de su inversión anual en eficiencia energética y han reducido su huella de carbono en un 13,8 por ciento entre los años 2019 y 2021. Otro elemento más para que podamos afirmar “eso es salud”.
Para concluir, debemos recordar que, en España, que es un gran país productor de alimentos, podemos presumir de tener un modelo de distribución alimentaria que alcanza a todos, como vimos en la experiencia, tan cercana y lejana al mismo tiempo, de la pandemia. Garantizar su resiliencia es muy importante por muchos motivos -económicos, sociales, medioambientales…-, pero también por el impacto que tiene en la salud de las personas, como hemos tratado de explicar.